Una de las posiciones de la filosofía de las matemáticas que has sostenido recientemente es el trivialismo. ¿Podrías describir en qué consiste esta postura?
Es la tesis de que una verdad de la matemática pura es tal que su serlo no requiere nada del mundo. Un buen contraste es con una verdad que sea meramente necesaria: necesaria sin ser trivial.
La idea detrás de las verdades meramente necesarias es que hay un conjunto de maneras de ser del mundo que son metafísicamente posibles, y cualquiera de ellas verificaría el enunciado relevante. Eso es todo lo que hace falta para que el enunciado sea necesario. Pero la condición de ser trivial va más allá de eso. En ese caso, la verdad del enunciado relevante ni siquiera requiere que el mundo sea de una de las maneras que considerábamos antes: no requiere absolutamente nada del mundo.
No había pensado así en esa distinción.
Algo que es confuso es que yo, de hecho, creo que la única forma de ser una verdad necesaria es ser trivial. Pero, por lo menos en principio, uno se puede imaginar una diferencia.
¿Siempre fuiste trivialista o antes tenías otra postura?
Antes adoptaba la posición de mi asesor en el doctorado, Vann McGee. Vann tiene una posición que es en algún sentido híbrida. Él cree que las matemáticas puras son bastante triviales, en mi sentido de trivialismo, pero no totalmente, porque requieren del mundo que tenga suficientes objetos. Vann cree que, de hecho, el mundo tiene la cantidad correcta de objetos para verificar los axiomas de la teoría de conjuntos.
Esa posición tiene cosas atractivas, pero algo que siempre me molestaba es que está la pregunta de cómo saber que ese supuesto clave se cumple: ¿cómo saber si el mundo tiene suficientes objetos? Nunca sentí que lograba encontrar una buena respuesta a esa pregunta.
Hay una cuestión que es más de fondo todavía y es algo que me permitió volver a la filosofía de las matemáticas. Cuando estaba en el pregrado y en el doctorado, pensaba en la ontología de manera tradicional: pensaba que el dominio de objetos estaba dado. Hablando metafóricamente: cuando Dios hizo al mundo, lo que hizo fue crear un dominio de objetos y decidir qué propiedades tendría cada uno. Si uno ve las cosas de esa manera, es natural pensar lo siguiente: si los números son objetos, entonces están entre esos objetos que Dios creó. Así que surge la pregunta de cómo estamos seguros de que Dios haya creado los objetos correctos. La versión de este problema para la propuesta de Vann es especialmente amable, porque uno no se tiene que preocupar por la naturaleza de los objetos. Lo único de lo que uno tiene que asegurarse es que Dios haya creado suficientes. Pero me parecía que sería muy difícil mejorar esa situación. Lo que realmente cambió mi forma de pensar fue cambiar mi manera de hacer ontología y, en particular, abandonar la idea de que hay un dominio canónico de objetos.
¡El balde!
Exacto.
Perdón, la cubeta.
La cubeta, sí. (Risas). ¡Dios creó una cubeta llena de objetos!
Mi posición actual es muy distinta. Hablando metafóricamente: lo que hizo Dios fue simplemente decidir cómo es el mundo y, en particular, decidir cuáles son los hechos. Es cuando nosotros describimos una manera de ser del mundo que dividimos los hechos correspondientes en objetos y propiedades. Esa es la manera de pensar en ontología que permite una posición trivialista.
Hace ya un tiempo tú tenías una postura en semántica llamada grab-bag semantics. Es una posición acerca de cómo funciona la comunicación. ¿Sigues siendo amigo del grab bag semantics?
Sí, sigo siendo amigo del grab-bag semantics.
Algo que no me llena de orgullo es que no he hecho el trabajo que hay que hacer para convencer a otros de que acepten esa posición. En los artículos relevantes he argumentado que mi propuesta tiene la ventaja de ayudar con problemas filosóficos: podemos dar cuenta de la vaguedad o la paradoja del mentiroso. Pero lo que no he hecho es argumentar que la propuesta es buena como filosofía del lenguaje. Lo que no he hecho es convencer a la gente que es especialista en filosofía del lenguaje de que, independientemente de nuestra capacidad de solucionar paradojas filosóficas, es así como debemos pensar en el lenguaje. Mi sospecha es que, mientras no haga yo ese trabajo, o lo haga algún alumno mío, va a ser difícil que convenza a la gente que realmente cuenta.
Parte del problema es que la gente que hace filosofía del lenguaje suele ser gente que quiere generar una teoría que produzca predicciones. Pero mi posición sugiere que hay límites a las predicciones que puede generar una teoría meramente semántica. Mucho depende de nuestra capacidad de usar recursos contextuales con sentido común. Sospecho, por tanto, que no solo es que yo no haya hecho el trabajo que hay que hacer, sino que es una propuesta que va en contra del tipo de esfuerzo que ellos quieren hacer.
Creo que los esfuerzos de los lingüistas por dar una teoría sistemántica del lenguaje son exitosos, pero también creo que son limitados porque los usuarios del lenguaje implementamos el tipo de estructuras que ellos están postulando, pero esas estructuras no son suficientes para determinar cómo es que funciona la comunicación. Mi opinión, por tanto, es que el trabajo de ellos tiene que ser suplementado con una propuesta como la mía.
Aparte de los puzzles en los que te has concentrado en filosofía de las matemáticas y en metafísica, ¿qué otros puzzles de esas áreas o áreas vecinas son los que te parecen más interesantes?
Uno que me interesa mucho es el hilo conductor de mucho de mi trabajo más reciente: el problema de cómo desarrollar una teoría de la modalidad que haga dos cosas al mismo tiempo. Por un lado, la teoría tiene que ser suficientemente expresiva para que podamos decir todo lo que queremos decir, y, en particular, para que tengamos todos los recursos que hacen falta para hacer buena filosofía. Por otro lado, la teoría tiene que ser compatible con el contingentismo. En otras palabras: tiene que evitar el supuesto de que, necesariamente, todo existe necesariamente.
Si uno presupone que necesariamente todo existe necesariamente, entonces uno tiene una teoría tan poderosa que uno puede responder a preguntas que no deberían tener respuesta. Uno va más allá de lo que tiene sentido decir. En cambio, si uno pone constreñimientos muy duros acerca del tipo de contingentismo que uno quiere tener, uno no va a terminar diciendo sinsentidos, pero tampoco va a poder hacer mucha filosofía. La pregunta, entonces, es cómo llegar una teoría suficientemente poderosa para hacer buena filosofía sin terminar en el sinsentido. Ese me parece que es el problema.
Tú has tenido experiencias yendo a Latinoamérica. Quizás más a México, pero también has venido a Perú. ¿Cómo ves la filosofía que se hace actualmente en Latinoamérica?¿Cuáles crees que son sus mayores virtudes y problemas?
Los lugares que conozco mejor son México y Argentina (a pesar de no haber ido los últimos años). Mi impresión es que ahí hay un grupo de gente que está haciendo el mismo tipo de filosofía analítica que se hace en el resto del mundo, y que lo hace muy bien. Cuando voy a México y hablo con mis colegas que están haciendo filosofía analítica, siento que es como estar en cualquier otro lugar del mundo, hablando los mismos temas con la misma calidad. Tal vez algo que pasa en México y en Argentina es que hay más diversidad de enfoques. En Estados Unidos o en el Reino Unido, es común que el 100% del departamento se dedique a lo que yo reconocería como filosofía analítica. En cambio, en México y Argentina, hay también gente que se dedica a temas de los que yo realmente no sé nada.
Hablando de política universitaria, la impresión que tengo es que los procesos de contratación suelen estar más politizados en Latinoamérica que en Estados Unidos. Pero mi sospecha es que tiene que ver con que el medio filosófico es más chico. Eso hace inevitable que ciertos lugares terminen contratando a sus propios alumnos y todo el mundo se conozca muy bien. Eso hace más fácil que cuestiones personales y políticas jueguen un papel importante. El medio filosófico americano es tan gigantesco que con frecuencia uno contrata a gente que no conoce, particularmente cuando se trata de filósof@s jóvenes. Eso hace que uno se pueda dar el lujo de tomar decisiones que estén solo basadas en las cartas de recomendación y la calidad del trabajo de quien solicita el puesto.
¿Cuál es el camino para desarrollar la filosofía en Latinoamérica?
Es una buena pregunta. No sé qué haría si fuera, por ejemplo, el Secretario de Educación Pública de México.
Si fuera el Secretario y tuviera una cantidad muy limitada de dinero, como seguramente tiene el secretario actual, no lo dedicaría todo a hacer departamentos de Filosofía. Trataría, más bien, de desarrollar infraestructura educativa. Primero trataría de que la educación básica fuera de primer nivel y trataría de que hubiera suficiente educación secundaria y superior para que haya, por lo menos, algunas personas de muy alto nivel en el país. Después trataría de mejorar la educación secundaria y superior. Pero siento que sería solo en ese contexto en el que podría crecer la filosofía. El sistema educativo de un país es una pirámide y la punta no puede crecer sin tener una buena base.
En un mundo ideal, en cambio, haría lo que está haciendo China, que es meterle tanto dinero a la educación superior que hay docenas de universidades de élite. No sé si es cierto o no, pero una vez me contó un colega que en algunas de esas universidades el dinero simplemente no es una consideración. Si un profesor quiere montar un laboratorio, tiene los fondos que necesita para montar el laboratorio que haga falta. Si fuera Secretario de Educación en esas circunstancias, sí que expandiría la filosofía y la también la ciencia básica.
¿Qué piensan ustedes? ¿Por qué no me dicen más sobre lo que tenían en mente?
No lo sé. Estoy de acuerdo con lo que has dicho. En países donde la educación básica tiene muchas deficiencias sería problemático que alguien diga “más dinero para…”. Pero me preguntaba si proyectos latinoamericanos que reciben fondos internacionales podrían ayudar. Son como atajos, donde no es que el dinero del país está siendo redirigido a la filosofía, sino que hay cómo hacer que el dinero de fuera llegue a Latinoamérica y sirva para formar filósof@s.
Seguro que sí, y seguro que eso hace diferencia. Pero mi sospecha es que ese tipo de proyectos hacen diferencia en los márgenes sin tener un efecto transformativo en la situación nacional. Benefician a un grupo pequeño de gente que justo está en el lugar correcto en el momento correcto.
Sí, completamente. De por sí, estudiar Filosofía es muy específico. Incluso en países de primer mundo es un grupo muy específico el que estudia Filosofía. Es una tensión extraña, supongo, la de ser filósof@ latinoamerican@.
Y también está la pregunta de qué hace uno con l@s egresad@s. Porque tampoco tiene sentido estar otorgando doctorados, doctorados y doctorados, ¿y luego qué va a hacer esa gente?
Conozco mucha gente que se graduó en Filosofía y ahora trabaja en el Estado. Por ejemplo, en el Ministerio de Educación, lo cual me parece genial.
Claro. Creo que sí es importante que haya algunas personas que tengan ese conocimiento porque el país necesita que haya alguien que sepa esas cosas. Yo creo que eso sí se puede justificar, incluso en un país pobre, en parte porque eso abre la puerta para el siguiente paso. Si hay alguien que tenga la especialidad, esa persona puede guiar los esfuerzos de otros cuando las condiciones lo permitan. Por ejemplo, en Perú, si resulta que llega un financiamiento internacional, alguien como Eduardo [Villanueva] podría ser parte del equipo de gente que decide cómo se usa. Es crucial tener alguien así en el país.
Queremos que haya gente como Eduardo, gente que sepa filosofía analítica a ese nivel, pero es claro que la estructura educativa del país no les puede proporcionar ese conocimiento. Quizás se tengan que ir a estudiar fuera. ¿Cómo podemos ayudar a la comunidad latinoamericana a estudiar en Estados Unidos, o quizás en universidades como Saint Andrews y otros lugares que puedan proporcionarles esa calidad educativa?
Creo que eso es algo en lo que sí estamos en posición de ayudar, aunque sea de manera limitada. Parte de lo que pasó en Perú con Eduardo es que logró que hubiera más flujo de ideas conectando al Perú con la filosofía angloamericana, y eso contribuyó a que gente como ustedes puedan hacer sus doctorados fuera. Eso es algo que podemos seguir haciendo.
Algo que hemos hecho este año con Theorema es un coaching program para postular a posgrados. Hay tres chicos que han postulado y vari@s hemos leído sus writing samples, sus statements of purpose. También estábamos pensando en hacer otras cosas ahora que todo es por Zoom. Por ejemplo, dar una charla sobre cómo se postula a Estados Unidos. No muchas personas están enteradas de todas las posibilidades que existen.
Tienes toda la razón. Eso es importantísimo. Tal vez lo que podríamos hacer es anclar esos esfuerzos en una página de internet. Una página de internet que incluya la información básica y también sea un punto de contacto podría ser muy valiosa. Podría ser un lugar donde se anuncian las charlas de las que tú estabas hablando, y podría incluir una lista de gente dispuesta a responder preguntas. Yo, por ejemplo, estaría feliz de estar en esa lista.
Sería genial, podríamos pensar en conjunto qué hacer.
Además, ustedes están en buena posición de ser parte de ese esfuerzo, porque acaban de ser exitosos en ese proyecto. Tienen muy presente qué es lo que hay que hacer. Saben qué funcionó para ustedes. Además, a diferencia de mis propias experiencias, que ocurrieron hace 25 años, ustedes están al tanto de cómo funcionan las cosas ahora.
Sí, por ejemplo, hemos ayudado a un chico para su postulación a maestrías, y a un par a doctorados, y era muy útil que algunos de nosotros justo acabásemos de pasar por la misma experiencia.
Sí, además hay cosas que uno no tiene por qué saber. Por ejemplo, yo no sabía que admisión en un programa de doctorado suele venir con una beca completa, que incluye no solo la colegiatura sino también un estipendio mensual. Por lo menos en Estados Unidos eso es cierto.
Claro, la universidad misma te va a pagar para que aprendas.
Habiendo crecido en Latinoamérica, eso me parecía inconcebible.
Sí, parece raro. Incluso cuando hablo con gente en Perú y les digo “no, yo tengo una beca”, ellos creen que tengo que pagar el costo de vida.
Hay otra cosa que podría ayudar.
Tal vez esto no fue un problema para ustedes, pero yo tenía el prejuicio de que un mexicano no podía incorporarse al mundo de la filosofía angloamericana. Algo que puede ser útil es simplemente recordar que sí es posible, recordar que no hay ninguna razón por la que alguien de Latinoamérica no pueda aspirar a eso.
Definitivamente. Solo saber que existen much@s filósof@s latinoamerican@s en universidades de Estados Unidos actualmente ya haría una diferencia. Probablemente much@s piensan que esto no ocurre.
Ahí puede ayudar la Asociación Americana de Filósofos Mexicanos., que mantiene una buena lista de filósof@s mexican@s en Estados Unidos. Hoy día somos un montón de mexican@s, y much@s tienen una trayectoria como la de ustedes. Estudiaron la licenciatura en su país, luego hicieron un doctorado, y después consiguieron un trabajo en Estados Unidos.
También creo que es importante saber que entre l@s filósof@s latinoamerican@s en Estados Unidos hay cierta diversidad. Una dimensión en la que mi propio ejemplo no es ideal es que crecí en un ambiente muy privilegiado. Mi mamá es académica. Crecí en una familia clase media y nunca he sido víctima del racismo. Aprendí a hablar inglés desde muy chico. No todo el mundo tiene esas ventajas. Por eso es importante que l@s alumn@s tengan acceso a muchos puntos de referencia y que sepan que no hay un solo perfil que le permita a uno desarrollarse en el mundo de la filosofía angloamericana.
¿Te parece que hay algunas ventajas o virtudes que tenemos l@s latinoamerican@s que nos pueden ayudar a hacer filosofía de alto nivel? ¿O es simplemente ponernos en una misma posición de poder competir con los demás?
Soy mala persona para contestar esa pregunta porque el tipo de filosofía que hago es poco sensible a diferencias culturales.
Tengo un amigo mexicano que hace filosofía política. Algo que me encanta hablar con él es que, como la vida política de México es tan diferente a la de otros países, él tiene ideas filosóficas muy diferentes a las que uno encuentra en Estados Unidos. Ve riesgos donde otros teóricos no ven riesgo. Creo que ese tipo de diversidad puede ayudar.
Otro ejemplo de eso es la gente que hace filosofía social. Yo me acuerdo mucho de cómo, cuando en Estados Unidos empecé a leer gente que hacía teoría del racismo, sentía que eso simplemente no funcionaba en el contexto mexicano. El racismo es igual de vehemente en Latinoamérica que en Estados Unidos, pero las estructuras sociales son tan diferentes que las categorías que han desarrollado los académicos estadounidenses no son las correctas.
¿Qué aproximaciones o tesis filosóficas que antes eran más populares crees que son inviables hoy en día?
Hay un cambio importante que yo mismo he podido atestiguar. Se los voy a contar, pero les advierto que se trata de un cambio relativamente menor. Se los cuento porque es algo que yo mismo atestigüé.
Cuando empecé mi doctorado, la posición estándar acerca de lógica de segundo orden era la de Quine. Según él, la única manera seria de interpretar la lógica de segundo orden es como un caso especial de la lógica de primer orden. Justo cuando yo empezaba el doctorado, gente como George Boolos, empezaba a convencer a los demás de que había otras maneras de interpretar la lógica de segundo orden: la interpretación plural, en particular.
Después, ideas como la de Boolos empezaron a crecer y atestigüé un cambio bien importante. Cuando yo estaba haciendo el doctorado, la gente que se dedicaba a la lógica de segundo orden tenía que pasársela convenciendo a los demás de que esos recursos podían tomarse en serio. En cambio, ahora se toma por sentado que las lógicas de orden superior tienen sentido y la gente se pone a trabajar; la gente se pone a usar esas herramientas para cosas interesantes. Eso me ha parecido un cambio maravilloso.
Por un lado, me irrita haber desperdiciado tanto de mi tiempo en tratar de defender una idea que ahora se puede tomar por sentada. Pero, por otro lado, me ilusiona ver que nosotros, como profesión, seamos capaces de experimentar movimiento.